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Lenguaje no sexista: En
materia de uso de lenguaje no sexista nuestra debilidad esencial proviene de la
resistencia tradicional, simplemente por costumbre, al cambio a un lenguaje más
inclusivo. La principal amenaza consiste en la banalización, e incluso burla,
que frecuentemente se hace por muchos y muchas cuando alguien utiliza, por
ejemplo, los dos géneros (compañeros y compañeras, chicos y chicas, jefes y
jefas, …) en sus referencias. Para hacer frente a estas debilidades y amenazas deberíamos
aprovechar los “nuevos aires” y la mayor apertura que proporciona el elevado número
de trabajadores y trabajadoras jóvenes y apoyarnos en la ingente cantidad de
material de calidad sobre el tema, en forma de guías, manuales, buenas
prácticas, y la formación (cursos, seminarios, encuentros, …) a la plantilla. Participación
igualitaria: en materia de
participación es frecuente que parte del personal femenino se resista a
participar activamente en reuniones, discusiones, formales o informales, y,
sobre todo, a asumir un papel protagonista. En cambio, parte del personal
masculino pretende copar las intervenciones, actuaciones, … Ello puede
constituir un círculo vicioso que fomente más la participación de estos y el
retraimiento de aquéllas. La principal amenaza es convertir el espacio de
trabajo en netamente masculino, con olvido de las necesidades y apreciaciones
femeninas. Una vez más, debería aprovecharse la juventud de buena parte
de la plantilla para revertir la situación y utilizar la formación e
información para intentar equilibrar la situación, haciendo ver a la parte
femenina de la plantilla que sus iniciativas, propuestas y necesidades son
tomadas en cuenta de igual manera que las masculinas.
Uso de los espacios: en
materia de espacios de ocio y trabajo los peligros pueden provenir de la
tradicional tendencia a la agrupación y reunión por géneros, que, en algunos
casos, produce incluso la segregación y separación tajante de los espacios. A
favor contamos con espacios diáfanos compartidos que pueden aprovecharse para
usos indistintos. Sobre todo, en los espacios dedicados al ocio debería, al
abordarse su diseño, tenerse en cuenta gustos y necesidades de ambos géneros.
Inclusión de saberes
y habilidades cotidianas: tradicionalmente se minusvaloran habilidades y
conocimientos que suelen atribuirse de forma mayoritaria a las mujeres. En la actualidad se habla de “habilidades
blandas” para referirse a muchas de ellas, como las relacionadas con la
inteligencia emocional o la capacidad negociadora. Convendría revalorizarlas y
formar a todo el personal en la adquisición y utilización de las mismas. Mª Dolores Godoy |
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